Hermosa compostura
de esa varia inferior arquitectura,
que entre sombras y lejos
a esta celeste usurpas los reflejos,
cuando con flores bellas
el número compite a sus estrellas,
siendo con resplandores
humano cielo de caducas flores. .
La creencia sobre la capacidad de la razón Lo primero que podemos saber es, aunque sea una redundancia, que podemos saber, es decir, que poseemos la capacidad de encontrar la verdad o, más exactamente, algunas verdades sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Esta actitud es axiomática en el conocimiento natural, y por ello no es demostrable, ni siquiera desde una perspectiva crítica.
La racionalidad no puede demostrarse a sí misma; cabe solamente una demostración per absurdum, puesto
que negar la racionalidad de la inteligencia significa plantear un conjunto de paradojas sin sentido; resulta contradictorio analizar subjetivamente la cuestión
sobre la racionalidad de nuestra inteligencia, confiando en esa racionalidad para resolver la cuestión, y menos aún es posible ese análisis desde la hipótesis de una
supuesta irracionalidad. De ahí que el escepticismo o el relativismo no puedan evitar su propia contradicción interna cuando se plantean como sistemas absolutos. La imposibilidad de esa demostración ocurre porque el sujeto de cada acto de conocimiento nunca deviene simplemente un objeto más de conocimiento, por profunda que sea la reflexión que se realice sobre él; el yo, la razón, el espíritu, o como quiera llamársele es siempre una condición de todo acto de conocimiento, y nunca se alcanza exactamente un concepto comprehensivo sobre él. En otros términos, se puede decir que la duda sobre la capacidad del entendimiento para entender no puede ser definitivamente resuelta.
Juan José Borobia
Hipótesis del Conocimiento
Para alcanzar esos objetivos, intentaré mostrar que la ciencia experimental no debería ser utilizada como la base de perspectivas reduccionistas o naturalistas, ya que no solamente incluye un conocimiento acerca de hechos, sino tam-bién las condiciones necesarias de ese conocimiento, que pueden ser considera-das como supuestos cuyo análisis constituye una tarea filosófica y teológica.
Existen tres tipos de tales supuestos.
El primero se refiere a la inteligibilidad o racionalidad de la naturaleza; puede ser denominado ontológico, y se encuentra estrechamente relacionado con el orden de la naturaleza.
El segundo se refiere a la capacidad humana para conocer el orden de la naturaleza; puede ser denominado epistemológico, e incluye las diferentes modalidades de la argumentación científica.
El tercero se refiere a los valores implicados por la actividad científica; puede ser denominado ético, e incluye la búsqueda de la verdad, el rigor, la objetividad, la modestia intelectual, el servicio a los demás, la cooperación, y otros valores relacionados con éstos.
Además, el progreso científico ejerce una retroacción sobre esos supuestos, ya que los retrojustifica, los enriquece, y los precisa. En verdad, dado que esos supuestos son condiciones necesarias para la existencia de la ciencia, el progreso científico es una condición suficiente para su existencia y nos permite determinar su alcance.
Visto a la luz de esa retroacción, el análisis de cada uno de esos supuestos puede proporcionar una clave para comprender el significado del progreso científico y, por tanto, su alcance teológico. Éste es el objetivo de mi estudio, que se encuentra dividido en cuatro partes. En la primera considero qué método debería uti izarse para estudiar las implicaciones filosóficas y teológicas de las ciencias.
Analizo esas implicaciones en las partes siguientes, que tratan respectivamente sobre las implicaciones ontológicas del progreso científico y la correspondiente imagen de la acción divina (segunda parte), las implicaciones epistemológicas y la correspondiente imagen del hombre (tercera parte), y las implicaciones éticas de los valores científicos (cuarta parte). La cuarta parte incluye un capítulo donde exa mino los resultados de mi estudio y evalúo las perspectivas naturalista y teísta usando criterios semejantes a los que utilizamos para evaluar las explicaciones científicas. También incluyo en la última parte algunas sugerencias para desarrollar futuras investigaciones en las líneas que aquí se trazan.
Mi estudio es una propuesta concreta, centrada en torno a una perspectiva particular que puede combinarse con muchas otras perspectivas. Pienso que el
método que sigo conecta ciencia y teología por medio de un puente muy interesante. En efecto, ese puente pertenece al mismo tiempo a la ciencia, por una par te, y a la filosofía y a la teología, por otra parte. Pertenece a la ciencia porque el punto de partida de mi argumentación está formado por los supuestos generales de las ciencias. Sin embargo, esos supuestos trascienden las perspectivas específicas utilizadas en las ciencias, de tal modo que su análisis es una tarea propia mente filosófica que puede servir para conectar la ciencia y la teología.
Mi análisis se basa en los resultados de la ciencia contemporánea, que nos proporciona una magnífica cosmovisión que incluye lo muy grande y lo muy pe-
queño, lo viviente y lo no viviente, las diferentes ramas de la ciencia experimental, las dimensiones estructurales y dinámicas de la naturaleza, en una perspectiva coherente y unitaria centrada en la idea de auto-organización. Puede decirse que esta cosmovisión es completa porque incluye todos los niveles de la naturaleza y también sus relaciones mutuas. Sin embargo, cada nuevo paso en el progreso científico abre nuevos panoramas y, con ellos, nuevos problemas cuya existencia ni siquiera se podía sospechar previamente. Por este motivo, el progreso científico puede servir para aumentar el sentimiento de asombro y admiración delante del mundo que podemos descubrir y controlar, y ante todo, delante de su Creador. Además, cada vez conocemos mejor nuestras propias capacidades y las mejoramos; por tanto, advertimos que somos creativos y que nos convertimos en seres cada vez más creativos, participando de la creatividad divina que es la fuente de todo ser.
Otra ventaja de mi análisis es que, al estar basado sobre el progreso científico, no será sobrepasado por el ulterior progreso de la ciencia. Más bien,
cuanto más avance la ciencia, mi análisis será más valioso y capaz de ser ulteriormente desarrollado y completado. Solamente dejaría de servir si cesase el progreso científico. En la medida en que continúe el progreso de la ciencia experimental, el esquema de mi argumento mantendrá su validez y proporcionará un marco de referencia para nuevas investigaciones.
Mariano Artigas, La Mente del Universo